La radioterapia no es nueva. El primer paciente que se curó gracias a ella lo hizo en 1899, cuatro años después de que el físico alemán Wilhelm Röntgen descubriera los rayos equis y tan sólo uno desde que la célebre científica Marie Curie describiera la capacidad del Radio para emitir partículas radioactivas. El hallazgo sirvió a la francesa nacida en Polonia para ganar el primero de sus dos premios Nobel, algo que hasta entonces nadie había logrado. La especialidad ha evolucionado enormemente en su primer siglo largo de vida.
La emisión de radiaciones controladas se utiliza tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de enfermedades, según explica el jefe del servicio de Radioterapia del Instituto Oncológico de San Sebastián, Jesús Rosa. Una de las pruebas diagnósticas más conocidas en medicina es precisamente la de rayos equis, una radiación electromagnética, de la misma naturaleza que las ondas de radio, que permite detectar enfermedades de los huesos y los pulmones. Más compleja es la gammagrafía en sus diversas vertientes: ósea, renal, tiroidea... Consiste en la introducción en el organismo de un isótopo radiactivo, que se deposita en determinadas partes del cuerpo. Una radiografía hecha con un escáner o un PET, un equipo especial típico también en radiología, permite ver en unas horas cómo se ha distribuido el isótopo por la sangre y determinar si el órgano que se analiza funciona correctamente o está afectado por un tumor.
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